DEMOGRAFÍA DE UNA ALDEA CASTELLANA EN LA SEGUNDA MITAD DEL
SIGLO XVII.
EL CENSO DE VILLAR DE LA ENCINA DE 1674.
Villar de la Encina, pequeño pueblo
castellano-manchego de la actual provincia de Cuenca, inició en 1672 un largo y
complicado proceso para independizarse de la jurisdicción de Villaescusa de
Haro y adquirir la categoría de villa. El proceso de villazgo subsiguiente ha
dejado una documentación impresionante que contiene, entre otras cosas, un
padrón de vecinos realizado en 1674[i]. Esta fuente nos va a servir de base para
hacer un análisis de la demografía de esta aldea en el último tercio del siglo
XVII. Se aborda, pues, un tema que, lamentablemente, sigue siendo uno de los
aspectos más desconocidos y menos explorados de nuestra historiografía. Se ha
hablado y se habla mucho de la crisis del siglo XVII y de la decadencia
económica y demográfica de Castilla, y aunque hay obras generales de gran
valía, e incluso algunas investigaciones a escala regional, los estudios sobre
casos más concretos y particulares siguen siendo escasos y brillan más bien por
su ausencia, todavía más si hablamos de las zonas rurales manchegas.
En el presente artículo se procura paliar en parte
esta situación. En las páginas que siguen intentaremos analizar los efectivos
totales y algunos aspectos de la estructura y de la dinámica natural de Villar
de la Encina en 1674 según los datos del censo. Al final intentaremos situar este análisis en el marco general de
la depresión castellana del seiscientos.
1. EL TIPO DE FUENTE
Nos encontramos ante un padrón de vecinos realizado
durante una operación de concesión de privilegio de villazgo[ii]. Se trata, por lo tanto, de una lista
nominativa única, es decir, un censo correspondiente a un año concreto y aislado.
En los documentos originales es denominado «inbentario de vezinos» unas
veces, «padron de vezinos» otras, o simplemente «bezindad». En
cualquier caso es una relación de las personas que habitan en Villar de la
Encina, organizada según casas y hogares, en las que se mencionan todos los
miembros de la familia, sus apelativos y las edades de los hijos que conviven
con sus padres[iii].
El padrón se hizo por mandato de Don Andrés de Uribe,
caballero de la Orden de Santiago y juez comisionado del proceso de villazgo de
Villar de la Encina[iv]. Fue realizado el 2 de junio de 1674 por
el mismo juez en compañía de los alcaldes ordinarios de la localidad, Pablo de
Valencia y Agustín Muñoz. Se fue casa por casa anotando los datos que hemos
señalado anteriormente, primero el nombre del cabeza de familia, luego los de
los demás miembros de la familia, incluyendo a los criados[v].
Al día siguiente se reunió el juez comisionado con el
concejo de Villar de la Encina para comparar los datos obtenidos con los de un
«padron fecho en el presente año de dichos veçinos pro la jusitiçia de
Villaescusa de Haro»[vi]. El 4 de junio toma declaración a tres
vecinos de la localidad (Padro Ramiro, Pedro de la Plaza, Francisco Cobo) para,
entre otras cosas, cotejar ambos padrones y aclarar las diferencias entre uno y
otro. Todos observan que aparecen más vecinos en el padrón realizado en Villar
de la Encina que en el realizado por Villaescusa de Haro. En el primero
aparecen 77 vecinos, en el segundo 68. Los alcaldes y regidores de Villar de la
Encina dicen «que la causa de salir nueue vezinos mas en la dicha bezindad
echa por su mrd. es porque en el dicho padron no se an puesto Francisco Muñoz
de Escouar cura propio desta dicha villa ni el liz(encia)do Julian de Huerta su
theniente ni Marcos Garçia sacristan ni Pedro Thome aluañil ni Pedro Jimenez
carretero ni Geronimo de Yuste Herrero ni Alonso Muñoz çirujano ni Alonso
Calleja por bivir y tener su hazienda en las huertas y ser gente a quienes no
se les puede repartir cossa alguna por ser nezesarios cada uno por sus ofiçios
para esta dicha villa y si se les pusiera en el dicho padron se ausentaran de
ella». Lo mismo expresan los tres vecinos que son interrogados al día
siguiente[vii].
La finalidad aparente de este vecindario era mostrar
el total de efectivos humanos que tenía la aspirante a villa. En principio
parece que no hay interés en ocultar vecinos. Muy al contrario, a diferencia de
los padrones fiscales en donde premeditadamente se tergiversan las cifras (como
afirman sin tapujos el propio concejo del pueblo y algunos de sus habitantes),
en los padrones de este tipo ocurre lo contrario, llegando incluso a aumentar
el número de vecinos mediante el desdoble de familias[viii].
Con todo, tenemos algunas evidencias de
que, ni aún así, el vecindario es completo. No están todos los que son. En
otros documentos del proceso de villazgo he hallado personas que no aparecen en
el padrón (ni como cabezas de familia ni como miembros de ella) y que, sin
embargo, se mencionan como vecinos de Villar de la Encina. Por ejemplo,
comenzando con los 9 vecinos que el concejo no incluye en el padrón fiscal de
Villaescusa (aunque en realidad son 8 los que nombra), y cuyos nombres cita,
hay dos que no aparecen en el censo, que son Alonso Calleja y Domingo Thomé. El
primero es mencionado, además, en otro documento[ix]. Tampoco aparecen Mateo Rodríguez Palomar[x] y Cristóbal Palomar Montejano[xi]. Este último, de 66 años de edad, es
llamado a declarar sobre los términos y mojones del pueblo, seguramente por ser
uno de los más ancianos del lugar. En cuanto a Mateo Rodríguez Palomar, clérigo
de epístola de Villar de la Encina, de 24 años, aparece en un documento
de 1677 ayudando a transportar una carretada de leña a su hermano Agustín
Ramírez (que sí figura, en cambio, en el censo de tres años antes). Comento
estos detalles para mostrar que se trata de personas bien asentadas en el
pueblo y que sin embargo no están incluidos entre los vecinos censados en el
padrón del privilegio de villazgo.
Teniendo en cuenta las virtudes y las limitaciones
que nos ofrece el documento, pasamos a emprender el análisis de la población de
Villar de la Encina.
2. LA POBLACIÓN TOTAL
CENSADA. HOGARES Y VECINOS.
El número total de personas censadas es de 350,
distribuidas en 77 hogares, de los cuales 65 están formados por matrimonios, 9
por viudos, 2 por curas y uno está formado por un grupo de 5 hermanos huérfanos
(de edades entre 17 y 28 años). Como se ve estamos ante una pequeña aldea
manchega, que no obstante se sintió lo suficientemente fuerte y osada como para
pedir la condición de villa, y la obtuvo.
EFECTIVOS
TOTALES DE LA POBLACIÓN DE VILLAR DE LA ENCINA
(Vecindario
de 1674)
Varones Mujeres Total
Entre
0-34 años 105 103 208
Adultos
sin edad especificada 70 72 142
Efectivos
totales 175 175 350
La imensa mayoría son hogares simples, esto es,
formados, en su inmensa mayoría, por familias nucleares, pero también por
individuos solos o acompañados de algún familiar. Solamente nueve familias
comparten casa con otra[xii]. Nunca hay más de dos por casa. Tampoco se
da el caso de que un hijo casado conviva con su familia originaria.
Quisiéramos
hacer una alusión a la cuestión de los coeficientes de transformación de
vecinos en habitantes[xiii]. Cuando el 3 de junio de 1674 se reúnen el
juez comisionado y el concejo de Villar de la Encina para cotejar el padrón
hecho el día antes con otro realizado por Villaescusa de Haro, se habla de un
total de 77 "vecinos". En el censo son, efectivamente, 77 las casas,
hogares o familias que se contabilizan. Así que “vecino” equivale, como
decíamos, tanto a una familia nuclear (que incluiría también, si los hubiera, a
los criados) como a una persona individual que vive sola o acompañada de algún
pariente o sirviente. De este modo, nos encontraramos con hogares de
dimensiones muy diversas, desde un viudo sin hijos hasta un matrimonio con 8,
pasando por el formado por el cura y su hermana soltera. Aunque hay algunas
familias que comparten o viven en la misma casa, se computan como "vecinos"
independientes.
Dejando
aparte estas variaciones, la relación entre vecinos y población total sería
entonces de 4,5. De hecho, si multiplicamos 77 por 4,5 nos da una cifra
sorprendentemente cercana a la población total realmente censada. Pero, por
suerte, estamos ante una fuente demográfica en la que podemos prescindir de
estas sutilezas matemáticas y hablar de cantidades tangibles.
3. ESTRUCTURAS
3.1. Estructura por edad y
sexo
El padrón de vecinos que aquí analizamos tiene la
particularidad de que menciona la edad de una parte de los censados, la de los
hijos que viven en la casa de sus padres. Esta es también su principal
limitación, ya que las edades de los demás no se anotaron. Con todo, el total
de gente con edad (mencionada) supone algo más de la mitad de la población de
la aldea (210 individuos), y podemos decir que casi con seguridad tenemos la
edad de la totalidad de los menores de 14 años. En otros documentos dispersos
he hallado menciones, pocas, a la edad de algunos adultos, que ya se detallarán
en su momento.
Como puede observarse en la tabla que reporducimos
más abajo, hemos distribuido a los individuos que son mencinados con su edad de
varias formas: en los tradicionales grupos quinquenales (pero sólo hasta el de 30-34 años, ya que
la persona de más edad que sigue viviendo en casa con sus padres tiene 34 años
en este censo), y en otros grupos de gran significación demográfica (menores de
14 años, mayores de 15, menores de 1 año). En ambos casos, se han distribuido
también por sexos.
DISTRIBUCIÓN
POR EDADES Y SEXOS DE LA POBLACIÓN
DE VILLAR DE LA ENCINA (1674)
Número
de individuos por grupos de edad quinquenales que viven en casa de sus padres1
(hasta
los 34 años)
EDADES Varones Mujeres Total
0-4 27 27 54
5-9 23 20 43
10-14 14 20 34
15-19 21 21 42
20-24 15 8 23
25-29 1 4 5
30-34 4 3 7
(1)
Incluímos también el grupo de 5 hermanos huérfanos que viven juntos
Otros
modos de clasificación por edades
(individuos
que conviven con sus padres)
EDADES Varones Mujeres Total
Menores
de 1 año 4 10 14
Menores
de 14 años 64 67 131
Mayores
de 15 años 41 36 77
Total
0-34 años 105 103 208
Los menores de 14 años con vida son un total de 131
personas, casi el 37% del total. Pero si consideramos a todos los menores de 34
años cuyas edades se mencionan en el vecindario, tenemos que comprenden casi
los dos tercios de la población del pueblo (208 de 350). Estamos ante una
población mayoritariamente joven.
Si hiciéramos una hipotética pirámide de edades con
los grupos y datos disponibles, veríamos una base ligeramente ancha (54
personas entre 0-4 años) y una estabilidad hasta el grupo de 15 a 19 años (40
en el de 4-9 años, 43 en el de 10-14, 34 en el de 15-19 años). En este último
puede que empiecen a notarse la ausencia de los hijos que han abandonado el
hogar paterno por matrimonio o por otra causa, aunque también el motivo de su
reducción puede ser otro, como una caída de la natalidad o un aumento de la
mortalidad (o ambas cosas a la vez) debido a una crisis epidémica o a una
hambruna. De cualquier forma, careciendo de datos concretos todo son
conjeturas. La reducción del siguiente grupo quinquenal sí puede ser debida,
principalmente, a la independencia de los hijos del hogar paterno. Los dos
últimos arrojan cantidades marginales, lo que parece apuntar a un abandono
generalizado de la casa familiar a partir de los 25 años.
La
reducción del número de efectivos de los de 0-4 años (54 en total) respecto a
los dos siguientes (que rondan en torno a los 40) podría estar mostrando la
mayor incidencia de la mortalidad en los primeros años de vida. La estabilidad
de los grupos siguientes hasta los 14 años refleja, en fin, que en ese período
se mantuvieron constantes las tasas de mortalidad a esas edades. En general, la
fecundidad también parece que fue constante a tenor de la igual proporción de
uno y otros grupo quinquenal.
Por sexos se observa, en primer lugar, el mayor
número de niñas que de niños en los menores de 1 año, aunque se compensa si
consideramos conjuntamente el grupo de los de 0 a 4 años. En los demás
conjuntos de edades hay cierto equilibrio, como puede observarse en las tablas,
que se rompe a favor de las mujeres en el de 10-14 años (20 sobre 14), y del
los varones en el de 20-24 años (15 sobre 8).
Globalmente hay el mismo número de hombres que de
mujeres, 175 en cada caso, un equilibrio pues entre ambos sexos en el total de
la población de Villar de la Encina.
3.2. Familias: tamaño y
estructura.
En los 77 hogares contabilizados en el vecindario hay
61 familias con hijos (53 matrimonios, 6 viudas y 2 viudos) y 15 sin hijos (14
matrimonios y un viudo). Los dos curas vivían en compañía de una hermana y de
una sirvienta respectivamente. Descolgados quedan el núcleo formado por los 5
hermanos huérfanos que ya hemos mencionado anteriormente.
TAMAÑO
DE LAS FAMILIAS
(Matrimonios
y viudos con y sin hijos; promedio de hijos por familia)
Número y porcentaje de familias según
número de hijos
Hijos Número de familias Porcentaje
0 13 16,43
1 10 13,69
2 14 19,17
3 18 24,65
4 4 5,47
5 4 5,47
6 5 6,84
7 4 5,47
8 2 2,73
Promedio de hijos por familia: 2,79
Promedio de hijos menores de 14 años por familia: 1,7
Antes de empezar con un análisis más pormenorizado
del tamaño y composición de los núcleos familiares y de sus tendencias
demográficas, es necesario hacer las siguientes consideraciones:
a)
Los datos del censo no reflejan el tamaño familiar definitivo, sino el
existente en el año concreto en que fue confeccionado. Pueden nacer más y puden
morir algunos de los que hay, sin contar los que han nacido antes pero no han
sobrevivido. Respecto a este último punto, los demógrafos no dejan de advertir
sobre la alta mortalidad infantil de la época (del 250 al 300 por mil para los
menores de un año, y en general bastante alta hasta los 14 años) y el hecho de
que sólo sobreviven los dos tercios de los menores de 14 años. Esto lo
volveremos a tener en cuenta más adelante para el análisis de la natalidad.
b)
Habría que discernir, con los datos disponibles, las familias cuyo tamaño está
más o menos cerrado, no puede aumentar más o aumentar poco, y aquéllas cuyo
tamaño puede aumentar. Para averiguarlo carecemos de un dato tan importante
como es el de la edad de los padres, ya que el número de hijos varía según la
edad. Sólo he hallado, en otros documentos, alusiones a la edad de 14 padres (y
son 55 en total los censados).
c)
No en todos los casos aparece el verdadero número de hijos, ya que sólo se anotaron
aquellos que vivían con sus padres y no se han independizado. En algún caso
hemos comprobado, en otros documentos, la existencia de un miembro familiar
fuera del núcleo originario[xiv].
e)
En una época tan sometida a terribles influjos externos sobre la natalidad y la
mortalidad, la incidencia de éstos queda muy limitada en una lista nominativa
única. Al referirse a un año aislado y no poder retrotraerse más allá de un
quinquenio, no podemos incluir las variaciones que pueden provocar sobre el
tamaño de la familia factores tan presentes en esta época como las epidemias,
las carestías, la presión fiscal, etc.
Si vamos a los datos en bruto que nos ofrece el censo
de 1674, cuya síntesis puede verse en la tabla anterior, vemos que predominan
las familias con 1 o 2 hijos (32,87%), seguidos de las de 3-4 hijos (30,13%).
Las de 5 o más hijos representan una cantidad nada desdeñable (el 20,54%). Las
familias con más de 3 hijos son, en definitiva, algo más de la mitad. En cuanto
a los matrimonios y viudos sin prole son el 16,43%. Entre éstos y los
matrimonios con 1 o 2 hijos suman cerca del 40%. Hay un cierto equilibrio,
pues, entre los grupos familiares numerosos y los de tamaño medio y reducido,
aunque la balanza se inclinaría más a favor de estos últimos. Esta es la causa
principal de que el número de hijos por familia y, sobre todo, el promedio
familiar de hijos menores de 14 años no sean muy elevados: 2,79 y 1,7
respectivamente.
Para analizar con más detenimiento la composición de
los núcleos familiares (número de hermanos, edades de éstos, diferencia de edad
entre el hijo mayor y el menor, frecuencia de los nacimientos, etc.), hemos
elaborado la siguiente tabla:
Según estos datos diríamos que se producen cinco
tipos de situaciones:
a)
Familias cuyo número puede haberse estabilizado. Son aquellas que,
independientemente del número de hermanos, los mayores tienen mas de 20 años, e
incluso 30 o más años, y los menores
están en la edad adolescente o, como mínimo, no tienen menos de 10 años. Y
naturalmente las familias con un padre o madre viudos.
b)
Familias numerosas con fuerte tendencia a crecer. Los hijos menores tienen
corta edad, e incluso hay varios recién nacidos. Posiblemente están llegando al
número máximo de miembros, pero por cuestiones pueramente biológicas.
c)
Familias de 3-4 hijos en los que el mayor no pasa de los 18 años y el menor
tiene menos de 7 años. En teoría nada impide (mientras no conozcamos la edad de
los padres) que puedan seguir creciendo. Hay que tener en cuenta que siete de
estas familias tienen todos los hijos menores de 10 años.
d)
Familias de 1 o 2 hijos menores de 10 años. Todas pueden potencialmente crecer.
Este grupo es uno de los más numerosos.
e)
En situaciones más difíciles de elucubrar se encuetran aquellas familias de 3
vástagos con edades muy dispares, en la que el mayor tiene más de 20 años y el
pequeño menos de 10 (dos casos).
En conjunto, el número de familias que muestran una
tendencia potencial al crecimiento es de 40. En algunas, sobre todo en las más
numerosas, existe una cierta regularidad en los intervalos de edad de los
hijos, que suele ser de entre 2 y 5 años. En ningún grupo familiar hay más de 5
hijos menores de 14 años, lo que nos habla de un escalonamiento progresivo de
los nacimientos[xv].
Parece que se tiende, por lo tanto, a un modelo
familiar numeroso, con alta fecundidad, pero esta tendencia en la realidad
queda bastante amortiguada ya que, como hemos visto antes, el promedio de hijos
por familia no es muy elevado. Esto se debe a varios factores presentes en la
misma estructura familiar que hemos visto. Uno de ellos es la existencia de 14
parejas sin hijos (el 16,43% del total de familias). Otro es el importante
número de viudos y viudas (9 en total) cuyos núcleos familiares, salvo en un caso,
no son muy numerosos. Otro es el claro predominio general de las familias con
1, 2 y 3 hijos (56%). En resumidas cuentas, el 70% de los núcleos familiares
está formado por matrimonios o viudos con 3 hijos o menos, o con ningún hijo.
Pienso que esto es significativo, aunque las objeciones sean varias: a) las
parejas sin hijos pueden tenerlos en el futuro; b) las viudas y viudos pueden
contraer nuevas nupcias; c) las parejas con 1 a 3 hijos sin duda pueden
aumentar su tamaño. Con todo, creo que existen diversos frenos que actuan
siempre y que determinan que, en realidad, exista un cierto equilibrio
demográfico. A ello volveré en las conclusiones.
Al
no disponer de la edad de los padres no podemos aventurar más. Respecto a los pocos
casos en que, gracias a otros documentos, hemos conocido la edad de alguno de
los cabezas de familia que aparecen en el censo, el panorama mostrado es el
siguiente[xvi]:
Nombre Edad Núm hijos Edades de los hijos
Pedro
Laplaza 65 no tiene
Pedro
Ramiro 65 1 6 meses
Gerónimo
Rubio 60 6 30, 27, 25, 23, 20, 13
Francisco
Cobo 58 4 24,19, 14, 7
Juan
García Cifuentes 50-54 6 15, 13, 10, 8 , 5, 3
Pablo
de Valencia 50 3 16, 13, 4
Alonso
Muñoz 48 3 6, 3, 3 meses
Juan
de Sepúlveda 46 1 3
Manuel
Joseph de Sepúlveda 45 3 20, 12, 7
Andrés
García 44 no tiene
Francisco
de Portillo 37 3 9, 4, 1
Joseph
de Aliende 36 2 4, 2
Alonso
el Rubio 34 no tiene
Joseph
Herraiz 30 2 2, 1
Se observa que todos los hombres entre 30 y 49 años
no tienen más de 3 hijos, y dos no tienen ninguno. La mayoría de los hijos son
pequeños. En los mayores de 50 años las situaciones son muy dispares, casi
extremas. En todos la edad con la que han tenido el primer hijo o hija
(superviviente) ha sido algo tardía. La mitad lo tuvo entre los 30 y los 35
años. El que lo tuvo a edad más temprana tenía 25 años cuando nació. Algunos
siguen procreando a edades avanzadas (como los 65 años).
En cierto modo, este cuadro repfleja a pequeña escala
lo que hemos visto para el conjunto de la población de Villar de la Encina: una
cuantas familias muy numerosas, pero mayor cantidad de las de tamaño medio y
reducido, y un porcentaje nada desdeñable de parejas sin hijos.
4. MOVIMIENTOS NATURALES
4.1. Natalidad
Para calcular la tasa de natalidad disponemos de dos datos
importantes: el número de niños menores de un año (parámetro habitual para
hallar la tasa bruta de natalidad) y el número de niños entre 0 y 4 años (con
lo que tenemos el número de supervivientes de los niños nacidos en los últimos
5 años). En ambos casos tropezamos con un obstáculo fundamental como es el de
no saber el número real de los no supervivientes. Aunque no hay cifras
concluyentes sobre mortalidad infantil hasta el siglo XVIII, no hace falta
arriesgarse mucho para suponer que en el siglo XVII era tan alta o más que en
la centuria siguiente. Consideraremos, por lo tanto, una mortalidad infantil
del 250 por mil.
Respecto a la tasa bruta de natalidad, teniendo en
cuenta que en el vecindario hay 14 niños y niñas menores de un año censados y
que la población total censada es de 352 personas, el resultado arroja una
cifra de 39,77 por mil[xvii]. También hemos calculado la natalidad por
otro procedimiento, más complicado, que incluye la variable de la mortalidad
infantil. Por este método se nos ha dado una cifra de 44,79 por mil[xviii].
En ambos casos las tasas son altas y se correspnden
con las típicas de la demografía del Antiguo Régimen en la Europa mediterránea.
Estos resultados también refuerzan la imagen que nos ofrecía el análisis de la
composición y tamaño de las familias.
Por desgracia no podemos hallar, ni siquiera
aproximarnos, al indicador más significativo, la fecundidad, por carecer del
dato más elemental: la edad de las madres, así como las edades de todos los
miembros femeninos censados (necesario para determinar el número de mujeres en
edad fértil).
Por último, toda la fecundidad reflejada en el censo
es fecundidad legítima.
4.2. Nupcialidad
El matrimonio es predominante en la población adulta
de Villar de la Encina en el año en que se realizó el vecindario. El análisis
de la estructura por edades de los hijos que viven en casa de sus padres nos ha
anunciado ya algunas tendencias al respecto. Volveremos a ello después de
examinar los datos generales que ofrece la siguiente tabla.
ESTADO
MATRIMONIAL
Varones Mujeres Total
Casados 65 65 130
Viudos 3 6 9
Solteros
adultos solos 4 5 9
Solteros
entre 15-34 años
que
viven con sus padres 39 33 72
Los únicos soleteros adultos o mayores de 15 años que
no vivían con sus padres en Villar de la Encina en 1674 eran los dos
eclesiásticos del pueblo con sus respectivas acompañantes[xix] y el ya citado grupo de hermanos huérfanos[xx].
De los 72 individuos entre 15 y 34 años que vivían en
casa con sus padres, la mayoría no había cumplido aún los 25 años. Si volvemos
a fijarnos en la estructura por edades y sexos que, recordemos, refleja sólo la
de los individuos que viven en la casa paterna, observamos que en el grupo de
15 a 19 años, formado por 42 personas, todavía no se ha producido una reducción
significativa de efectivos respecto a los anteriores, ni en un sexo ni en el
otro[xxi]. En cambio donde sí se produce ya una
reducción importante es en el siguiente quinquenio de edad, en donde los
efectivos bajan a 23, y sobre todo baja el de mujeres. El de 25-29 años sólo
tiene 5 miembros que viven aun con sus padres, y el de 30-34 años algunos más
(7 miembros). Esto puede probar que la edad matrimonial comienza en torno a los
20-24 años, sobre todo en las mujeres, y se generaliza a partir de los 25 en
ambos sexos.
Por otro lado todos los varones adultos cuya edad
hemos podido localizar en otros documentos del proceso de villazgo, y que hemos
reproducido en la tabla correspondiente, tienen por lo común más de 30 años y
están todos casados en el padrón de 1674. Conociendo la edad de algunos padres
y la del hijo mayor también podemos averiguar, aproximadamente, la edad en la
que se tuvo el primer hijo (al menos el hijo mayor superviviente que sigue
viviendo con ellos), que puede ser indicativa de la edad de acceso al primer
matrimonio. En 10 casos de los 14 encontrados, esto es, en la gran mayoría,
tuvieron el hijo mayor entre los 25 y 35 años. En un caso a los 38 años, en 2
en torno a los 40 y en 1 a los tardíos 65 años.
A tenor del
conjunto de datos que acabamos de exponer podemos concluir que la edad de
acceso al primer matrimonio, en los hombres, es relativamente tardía (entre los
25 y los 30 años), y en no pocos casos bastante tardía (más de 30 años). Para
las mujeres carecemos, por desgracia, de otros datos que no sean los que nos
proporciona la limitada estructura por edades a la que estamos aludiendo.
Remitiéndonos a ella, se observa una reducción mayor del efectivo de mujeres
que del de hombres en los 20-24 años, lo que podría indicar, tal vez, un acceso
al matrimonio algo más temprano que en los varones (teniendo en cuenta de que
es imposible confirmar, de momento al menos, a qué se ha debido realmente esa
reducción), pero siempre a partir de los 20 años. Al no disponer de datos más
precisos es imposible avanzar nada más.
Los
solteros mayores de 25 años que viven en casa de sus padres tienen, por otro
lado, algunas características en común,
aunque contrapuestas: o bien tienen un padre o una madre viudos y pocos
hermanos, o bien tienen ambos padres vivos y una familia numerosísima.
Efectivamente, 4 de los 7 individuos mayores de 30 años (tres hombres y una
mujer) que siguen viviendo en la casa familiar son hijos de viuda. En el grupo
de 25-29 años hay un hijo de viuda y dos huérfanas de padre y madre que viven
con sus hermanos mas pequeños. Se da más de un caso en el que conviven dos
hijos de más de 25 años con la madre viuda, como puede observarse en el gráfico
que reproducimos más abajo. En todos estos casos, menos en uno, el grupo
familiar es poco numeroso (no más de 3 hermanos). La viudedad de uno de los
progenitores, especialmente de la madre, parece retrasar, o acaso anular, el
matrimonio o la independencia del hogar, tanto en hombres como en mujeres.
FAMILIAS DE VIUDOS Y VIUDAS
NOMBRE NUM.
HIJOS EDAD
Y SEXO DE LOS HIJOS
María
de Salazar 4 7
(v), 4 (m), 3 (m), 1 (v) María
Omrubia 3 34 (v), 27 (v), 21 (v)
Diego López 3 24
(v), 22 (m), 17 (m)
María
de los Angeles 3 23
(v), 19 (v), 18 (m) Miguel Galindo
"el mayor" 3 22 (v), 16 (m), 13 (m)
María
Arganda 2 34
(v), 31 (v)
Juana ¿Bordalla? 2 34
(m), n.e. (m)
"Viuda
de Algara" 2 20
(v), 15 (m)
Simón
Rubio no
tiene
n.e. = no se especifica
(v) = varón
(m) = mujer
El resto
de los casos de mayores de 25 años en casa de sus padres presentan
características, como decíamos, totalmente opuestas: viven ambos padres y
pertenecen a una prole numerosa, de las más numerosas del vecindario.
4.3. La esperanza de vida
Sin conocer las edades de la totalidad de la
población y sin disponer de datos específicos sobre fallecimientos no es mucho
lo que podemos decir acerca de la mortalidad y de la esperanza media de vida.
Sí podemos adelantar algunas hipótesis partiendo de los pocos e incompletos
datos disponibles.
Una cosa cierta es el claro el predominio de los
jóvenes en la composición por edades de la población de de Villar de la Encina.
Casi el 60% de los efectivos totales tiene menos de 34 años (contando sólo a
los que se menciona la edad en el vecindario, que habrá más). El 36,6% es menor
de 14 años. Esto nos indica no sólo la alta fecundidad sino también la alta
mortalidad y la reducida esperanza de vida. Respecto a ésta puede ser un
indicativo las edades de los hombres que ya hemos mencionado. Los que más edad
tienen en los distintos interrogatorios del proceso de villazgo tienen 65 años
(dos casos). Hay uno de 60 años y otro de 58. Dos en torno a los 50 años.
Cuatro con edades entre 44 y 49 años, y otros cuatro entre 30 y 37 años.
5. CONCLUSIONES
Uno de los principales
obstáculos con que ha tropezado el análisis de esta lista nominativa ha sido su
carácter aislado y único. No hay ningún dato, censo o fuente anterior con la
que podamos compararla, ya que en los censos del siglo XVI Villar de la Encina
no figura porque queda integrado en el conjunto de las aldeas dependientes de
Villaescusa de Haro[xxii]. De este modo no podemos saber cómo afectó
realmente a esta pequeña villa rural la crisis del siglo XVII.
En
cualquier caso los datos que hemos analizado apuntan a que en el año en que se
realizó el padrón de vecinos de Villar de la Encina, esta aldea atravesaba una
época de recuperación o, al menos, de tranquilidad y relativa bonanza. La alta
natalidad, el predominio de la población joven, la elevada nupcialidad y el
alto número de hogares con casa propia, las tasas constantes de natalidad y
mortalidad que revela la estabilidad de los grupos de edades hasta los 19 años,
así como la propia la obtención del privilegio de villazgo, son hechos que
corroboran lo que acabamos de decir y señalarían, por lo tanto, una demografía
en expansión, apoyada sin duda en una cierta recuperación económica. Esta
impresión coincide, en efecto, con lo que se ha dicho acerca de la recuperación
demográfica que comienza a mediados de siglo después del momento álgido de la
crisis (situado entre 1580 y 1640)[xxiii].
Pero
hay otros indicadores que contrarrestan esta imagen tan optimista, como es el
promedio de hijos por familia (bastante bajo en los menores de 14 años), el
predominio de las familias poco numerosas (sin olvidar de que hay un 16% de
familias sin hijos)[xxiv] y la tendencia al matrimonio tardío (a
partir de los 25 años).
Sin duda el crecimiento se veía frenado por varios
factores. Además de la ya señalada edad de acceso al primer matrimonio[xxv], estaba la alta mortalidad infantil (en el
primer año de vida y en los siguientes), elementos ambos que reducirían o
limitarían a la larga el tamaño familiar y que, por ello, puede que sean la
causa de que en un censo de un año concreto como el que aquí tratamos aparezcan
tantas familias poco numerosas. No hay que olvidar, en el mismo sentido, la
mortalidad general y la corta esperanza de vida características de la población
preindustrial. La segunda, de todos modos, parece que no siempre actuaba como
freno[xxvi]. Algunos autores han señalado a la
emigración (a América, a las posesiones europeas y a la propia periferia
peninsular) como una de las causas, no la única, que contribuyeron a ahogar la
recuperación demográfica castellana en el seiscientos[xxvii]. Por último no hay que olvidar las crisis
de mortalidad ocasionadas por hambrunas y epidemias[xxviii].
Careciendo,
de momento, de otras fuentes que nos ofrezcan una visión en un tiempo de larga
duración, cualquier conclusión que hagamos más allá del mero análisis de los
datos del censo entra dentro de la hipótesis. Avanzo así la posibilidad de que
el padrón de vecinos de Villar de la Encina de 1674 presenta la imagen de una
aldea castellana en expansión o, en todo caso, en franca recuperación
demográfica (caso, claro está, de que hubiera sufrido el fuerte retroceso que
se supone afaectó a Castilla en su conjunto en las décadas anteriores del
siglo). Recuperación que, no obstante, se ve relentizada por la acción de
diversos factores, algunos de los cuales acabamos de apuntar.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
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demografía histórica, Barcelona, 1983.
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resultados», en NADAL, Jordi (coord.), La evolución demográfica bajo los
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REHER, David S., «Dinámicas
demográficas en Castilla la Nueva, 1550-1900: un ensayo de reconstrucción», en
NADAL, Jordi (coord.), La evolución
demográfica bajo los Austrias, Alicante, 1991,17-58.
[i] Proceso de vilazgo de Villar de la
Encina. AHN, Consejos, Leg. 28430, nº. 14. Aparece dentro de una enorme
masa documental formada por autos de posesión, amojonamientos, pleitos entre
Villaescusa de Haro y Villar de la Encina, declaraciones, etc. Los documentos
comprenden un período temporal que va de 1672 a 1677. Los folios no van
numerados, de este modo citaremos la fecha y lugar de elaborración del
documento.
[iii] El vecindario no lleva fecha, pero está
encuadrado entre varios hechos y documentos fechados entre el 2 y 3 de junio de
1674. La orden de ejecución del documento dada por el juez comisionado es de 2
de junio de 1674. Al día siguiente se comprueba el resultado del padrón con
otro hecho por las justicias de Villaescusa de Haro. Véase texto y notas
siguientes.
[v]En cuanto a la estructura del censo,
constituye una larga enumeración de párrafos cuyo contenido es como el que
sigue: «Primeramente se entro en cassa de françisco de Couo cassado con Ana
Garçia y tiene quatro hixos que uno se llama Andres de Couo de hedad de veinte
y quatro años y el segundo se llama
Juan cobo de hedad de diez y nueve
años y el terçero se llama Alonso de
Couo de hedad de catorze años y el otro se llama Domingo de couo de hedad de
siete años».En algunas casas aparece la mención de «no tiene criados»,
pero realmente no se menciona ninguno en ninguna casa, se añada o no se añada
esa coletilla. AHN, Consejos, Leg. 28430, nº. 14.
[vii] «Informa(cion) de la beçindad y demas
cont(eni)do en el auto antezedente». AHN, Consejos, Leg. 28430, nº. 14.
4-junio-1674, Villar de la Encina. Concretamente Pedro Ramiro afirma que «no
ay mas veçinos e que los conthenidos en la bezindad que se a echo por el dicho
juez y que los nueue bezinos que estan en dicyha beçindad de mas de los sesenta
y ocho del dicho padron son personas a
quienes no se les reparte tributo ninguno por conseruarlos cada uno por razon
de sus ofiçios y ser nezesarios para dicha villa y si se les repartiera se
ausentaran de ella». Pedro Ramiro confirma los datos del padrón y añade
alguna información más sobre el castillo y la falta de escribano en el pueblo.
[ix] AHN, Consejos, Leg. 28430, nº. 14.
6-marzo-1677, Villar de la Encina. Declaración de Alonso Calleja, vecino de
Villar de la Encina, de 65 años de edad, que fue por encargo de Juan García,
vecino de la misma villa, a Villaescusa de Haro a llevar los 153 reales de
multa que tenía que pagar el dicho Juan García para recuperar unas mulas.
[xi] AHN, Consejos, Leg. 28430, nº. 14.
5-junio-1674, Villar de la Encina. Declaración de Cristóbal Palomar Montejano,
vecino de Villar de la Encina, de 66 años, sobre términos y mojones.
[xiii] Un repaso a la cuestión de los coeficientes
en MARTÍN GALÁN, Manuel, op. cit., pp. 288-289; y «Nuevos datos sobre un viejo
problema: el coeficiente de conversión de vecinos en habitantes», Revista
Internacional de Sociología, 43, 4, 593-633.
[xv] Confirma la afirmación de Lous Henry de que
es poco corriente, en la demografía preindustrial, tener 6 hijos en menos de 14
años. HENRY, Luis, Manual de demografía histórica, Barcelona, 1983, p.
34.
[xvii] Aplicamos sencillamente la fórmula clásica
de la tasa bruta de natalidad dividiendo el número de niños menores de un año
supervivientes que figuran en el cesno entre la población total censada y
multiplicándola por mil.
[xix] Estas personas son, por un lado, el cura
Julián Herrero de Huerta y su hermana Isabel Herrero de Huerta, y por otro lado
el presbítero y cura Francisco Muñoz Escobar y Ana María de Escobar; de esta
última se dice en el vecindario que tiene 15 años y vive con el mencionado
estando a su servicio.
[xxi] Son 42 individuos divididos entre 21
varones y 21 mujeres, frente a los 34 miembros del grupo de entre 10 y 14 años
y los 43 y 40 de los de 5-9 años y 0-4 años respectivamente.
[xxiii] Respecto a la crisis del siglo XVII en
Castilla, los especialistas coinciden en señalar el contraste centro-periferia
en la recuperación que sigue a los años más duros. La periferia se recupera
rápidamente, el interior muy lentamente. Se calcula que Castilla había perdido
entre un 20 y un 30% de su población en 1631 respecto a 1591, lo que parece
demostrarlo un recuento general de vecinos estudiado por PIQUERO, S., OJEDA, R.
y FERNÁNDEZ DE PINEDO, E., «El vecindario de 1631: presentación y primeros
resultados», en NADAL, Jordi (coord.), La evolución demográfica bajo los
Austrias, Alicante, 1991, pp. 13-38. Sin embargo, un estudio de Reher sobre
los registros parroquiales de varias localidades castellano-manchegas retrasa
la crisis, al menos en este región, hasta 1630; REHER, David S., «Dinámicas
demográficas en Castilla la Nueva, 1550-1900: un ensayo de reconstrucción», en
NADAL, Jordi (coord.), op.cit., pp. 17-52. El reciente estudio del Equipo
Madrid sobre el alfoz rural de la capital absolutista en época moderna confirma
que si bien muchos núcleos perdieron bastante población, e incluso la misma
capital se estancó hacia mediados del siglo XVII, la evolución no fue igual en
todos los pueblos, ya que hubo aldeas que no perdieron población y otras que
incluso la aumentaron, LÓPEZ GARCÍA, José Miguel (dir.), El impacto de la
Corte en Castilla. Madrid y su territorio en la época moderna, Madrid,
1998, pp. 172-173. Para una panorámica general de la evolución demográfica de
Castilla en el siglo XVII, además de las obras que acabamos de citar, son
imprescindibles PÉREZ MOREDA, Vicente, Las crisis de mortalidad en la España
interior (siglos XVI-XIX), Madrid, 1980; y NADAL, J., «La población
española durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Un balance a escala regional»,
en PÉREZ MOREDA, V. y REHER, D.S., (eds.), Demografía Histórica en España,
Madrid, 1988, pp. 39-54. También contiene referencias importantes a la
evolución demográfica de Castilla-La Mancha el clásico de KAMEN, Henry, La
España de Carlos II, Barcelona, 1981, especialmente en la pp. 92-93. Para
el contexto socieconómico, LÓPEZ SALAZAR, J.C., Estructuras agrarias y
sociedad rural en La Mancha (siglos XVI-XVIII), Ciudad Real, 1986. Respecto
a las causas de la lenta recuperación demográfica de Castilla, estos autores
coinciden en general en atribuir gran parte de la responsabilidad a la fuerte
presión fiscal y a la expansión señorial. Los autores del Equipo Madrid inciden
especialmente, en la obra citada más arriba, en esta última causa para explicar
la decadencia de algunas de las aldeas del alfoz madrileño en el siglo XVII;
observan, por ejemplo, que el retroceso demográfico afectó sobre todo a los
pueblos de señorío, mientras que los de realengo no sufrieron tan agudamente la
crisis, e incluso aumentaron su población. Estos autores también muestran el
escepticismo de otros especialistas a la hora de atribuir como factor principal
de la depresión castellana a la relación población-recursos o, mejor dicho, la
relación entre población y producción agraria. García Sanz ya mostró hace
tiempo que la relación población-producción agraria aumentó en Castilla en el
siglo XVII, pues al haber menos gente hubo más disponibilidad de tierra. El
análisis del Catastro de Ensenada en las tierras de Madrid muestra cómo en un
momento de máxima presión demográfica, la disponibilidad de tierra era todavía
abundante.
[xxv] Habría mucho que decir a propósito de esta
tendencia demográfica, pero para ello se requeriría de un análisis
socioeconómico profundo de Villar de la Encina que esperamos emprender
prontamente.
[xxvii] NADAL, Jordi, La población española
(siglos XVI a XX), Barcelona, 1988 (3ª Edición), pp. 84-85.